lunes, 28 de febrero de 2011

De cómo hacer nuestros sueños realidad a través del rezo.

Hoy en día hay un boom de teorías e información acerca del poder de los pensamientos, el poder de la palabra, las declaraciones y cómo a través de estos elementos transformamos el mundo. Muchos de estos planteamientos parecen recetas de magia negra. Tus sueños pueden ser concedidos por la Gracia, tus plegarias y la expresión de tus deseos. Sin embargo, hay que considerar varias condiciones.

La primera condición a considerar en cuanto al cumplimiento de tus deseos es que la velocidad a la que tus deseos son concedidos, depende de la relación que tienes con tus padres, estén vivos o muertos. En seguida está la relación que tienes con tu pareja. Si tus relaciones están en orden, entonces recibir la Gracia será muy fácil. Por eso el énfasis en arreglar tus relaciones.

Lo siguiente a considerar es el karma. Digamos que resolver un problema financiero podría conducir a una enfermedad por el karma, entonces, considerando el peligro de la situación, la plegaria no sería respondida inmediatamente o tal vez nunca... afortunadamente.

Otra cosa a considerar son tus necesidades. Supongamos que deseas un auto, porque tienes dificultades para manejarte sin uno. En este caso, la Gracia seguramente va a venir a ti. Pero digamos que tu deseo viene de la comparación, la codicia o el dolor, entonces tu plegaria no será escuchada.

Para recibir Gracia constantemente, debes saber cómo rezar. Hay algunas condiciones que tu plegaria debe de cumplir para ser poderosa:

1.- Debes de ser auténtico(a) en las plegarias.

2.- Tu plegaria debe de venir del corazón.

3.- Debes de tener un vínculo profundo con tu Dios (cualquiera que este sea para ti).

4.- Debes enfocarte en la situación, no en el problema.

5.- Debes expresar gratitud como si ya se hubiera concedido.

Una vez que hayas logrado esto, recibirás Gracia abundante de tu Dios. Si sabes rezar, te aseguro que vas a tener a tu Dios como amigo.

Recuerda, el dolor, sufrimiento, enojo y disconfort no radican en el Hecho, sino en la percepción del Hecho.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Del odio en nuestros corazones.

Una vez una maestra les pidió a sus alumnos que trajeran cierto número de papas en una bolsa al salón de clases. A cada papa se le daba el nombre de una persona que el niño odiaba. De esta manera, el número de papas era igual al número de personas que los niños del salón odiaban. El día indicado, los niños trajeron sus papas bien identificadas, algunos tenían dos, otros tres, otros incluso tenían cinco papas. Entonces la maestra les dijo que debían cargar con las papas a donde quiera que fueran durante una semana. Conforme los días pasaban, los niños comenzaron a quejarse del olor putrefacto que comenzaba a venir de las papas. Los alumnos que tenían más papas se quejaban de lo pesado que era acarrearlas de un lado a otro. Los niños se libraron de esta tarea al término de la semana.

La maestra preguntó: ¿cómo se sintieron durante esta semana? Los niños discutieron los problemas del olor y el peso. Entonces la maestra dijo: Esto es muy similar a lo que pasa en sus corazones cuando no les agrada alguna persona. Ese odio, le quita salud a tu corazón y cargas el odio a donde quiera que vayas. Si no puedes soportar el olor de las papas podridas durante una semana, imagina el impacto que este odio tiene en tu corazón cuando lo cargas durante toda la vida.

Nuestro corazón es un hermoso jardín que necesita trabajo constante de limpieza de la mala hierba.

Perdona a aquellos que no se han comportado contigo como esperabas y olvida las cosas malas.

Esto liberará a tu corazón para guardar en él cosas lindas.

miércoles, 2 de febrero de 2011

De las experiencias obsoletas.

Miguel tenía cinco años de edad cuando su padre abandonó el hogar.  Su madre, completamente devastada por la experiencia de abandono y rechazo se hundió en la depresión. De esta manera, Miguel, tuvo que sobrevivir solo a partir de ese momento, dado que una de las personas que más amaba en el mundo le había abandonado físicamente y la otra lo había hecho emocionalmente.

Miguel aprendió a hacer las tareas escolares él solo, aprendió a lavar y planchar su ropa, aprendió a hacerse su lunch y a cocinar para su hermanita menor. Miguel aprendió un montón de cosas útiles que le ayudaron a sobrevivir y también aprendió a desconfiar del amor. Miguel sabía que nadie ama lo suficiente como para quedarse. Miguel entendió que él no era lo suficientemente valioso como para retener el amor.

Miguel creció lleno de desconfianza, sin crear demasiados vínculos y sin apegarse a nadie, inconscientemente temeroso de que le abandonaran nuevamente. Tuvo algunas novias en la adolescencia y juventud, que no pasaron de aventurillas superfluas y diáfanas. Así era la vida de Miguel, diáfana, etérea, falta de consistencia.

Un día como muchos otros, Miguel despertó con una sensación de angustia, pero esta vez era mayor que otras. Vivía solo desde hacía un tiempo (podría afirmarse que lo hacía desde los cinco años) así que no tenía a nadie con quién hablar, salió de su casa casi corriendo, buscando un desahogo para esa sensación de opresión en el pecho, las lágrimas a punto de brotar, la respiración entrecortada y una sensación que casi era de dolor físico. Entonces Miguel entró a una librería, era un sábado y la librería era el escenario de un concierto gratuito, lo cual había reunido a mucha gente, familias y amigos. Miguel se sintió más solo que nunca, mientras observaba a toda la gente que sonriente o seria tenía alguien junto a quién sentarse, alguien que abrazar, besar o con quién incluso pelear. Miguel supo entonces lo que era esa sensación en el estómago... soledad.

Totalmente desesperado, Miguel rompió a llorar en aquel lugar. No pudo contenerse, simplemente las lágrimas salieron junto con una bocanada de aire que hizo un ruido sonoro, un suspiro, un aliento, Miguel lloró, al principio apenado de que lo vieran, pero después ya nada importó, simplemente lloró, lloró y lloró porque estaba solo, porque no confiaba en nadie, porque no amaba a nadie, porque nadie lo amaba a él, Miguel lloró porque su padre se había ido y su madre lo había dejado solo, lloró hasta que de repente en medio de las lágrimas que mojaban sus pestañas observó a una niña pequeña que lo miraba curiosa, se podría decir que preocupada. La niña estaba muy cerca de él y le dijo: ¿Estás triste porque no encuentras a tus papás? La niña posó su manita infantil en la rodilla de Miguel y dijo: Si quieres yo te presto a los míos en lo que encuentras a los tuyos, de todas formas me regañaron por subirme en el cancel. Miguel ahora estaba perplejo. Se dio cuenta de que había un ser humano genuinamente interesado en su llanto, en su tristeza, en su dolor. Se dio cuenta de que tal vez había estado demasiado solo y ocupado en sobrevivir como para ver que podría haber otros interesados también. Miguel entendió que tal vez y sólo tal vez el mundo no es un lugar tan malo.

Miguel comenzó a ir a terapia. Dos veces a la semana va a sentarse frente a otro ser humano para aprender a confiar, para aprender a querer, para llegar a amar. Miguel está buscando actualizar sus creencias.

¿Qué experiencias en tu vida te han llevado a sacar conclusiones acerca de la vida y del mundo? ¿Por qué no le das una oportunidad al mundo? ¿Por qué no te das una oportunidad a ti mismo/a? Busca el botón de actualizar y apriétalo. Hoy eres un adulto, con más elementos y recursos para enfrentar los procesos de la vida. Recuérdalo.