viernes, 9 de septiembre de 2016

Del deseo.

Conforme el año se perfila para terminar en las celebraciones del 31 de diciembre, muchas personas evalúan (más desde una percepción que desde resultados concretos) lo "bueno" o "malo" que fue el año pasado. Conforme el 2015 nos abandona, tendemos a pensar en lo que logramos o se nos escapó de las manos.

Desde el fondo de ésta evaluación aparecen también las listas de deseos. Los deseos son variados, van desde lo material hasta lo afectivo e incluso lo espiritual.

Dado que el ser humano se encuentra en constante carencia, los deseos son parte de su existencia. Los deseos en este sentido están íntimamente ligados a nuestras necesidades. Abraham Maslow explicó las necesidades humanas jerarquizadas de acuerdo a su importancia:




En la jerarquía que Maslow explicó a través de su pirámide, no podemos atender un peldaño superior si uno de los inferiores no está resuelto. Desde este enfoque, los deseos por los benefactores del siguiente peldaño aparecen de manera natural cuando resolvemos el inmediato anterior.

Sin embargo, la historia nos aporta innumerables ejemplos en los que los hombres y mujeres, secuestrados por la llama del deseo hemos sido capaces de consumir personas, familias e incluso civilizaciones con tal de gratificar un impulso de posesión insaciable. Es real, uno de los talones de Aquiles de los humanos es que una vez encendida la llama del deseo, cuando no es moderado, termina por controlar a su autor.

Por esta razón algunas doctrinas han tratado de extirpar el deseo de nuestras vidas. Lo califican como maligno o insidioso, impropio de mentes o espíritus evolucionados. El deseo mal visto, el deseo destructivo, el deseo equiparado con la conducta animal.

Pero ¿qué sería de la vida del hombre sin su capacidad para desear? Las realidades grandes han sido creadas desde el deseo. Sin deseo no habría ciencias, avances tecnológicos o médicos, filosofía o investigación. Es el deseo el que nos llevó a la Luna, el que creó los rascacielos, el que nos permite volar entre países, conectarnos vía internet. El deseo hace posible que leas éstas líneas.

Si, el deseo puede perder al hombre, pero sin el deseo, el hombre muere.

De nueva cuenta entendamos que el problema no tiene que ver con el deseo en sí, sino con lo que hacemos con él, cómo y para que lo utilizamos. Cada vez que ha sido utilizado con fines egoístas, el deseo ha destruido. Cada vez que ha sido usado para dar y compartir, el deseo ha mejorado la vida de muchos. El secreto es desear para construir, para dar y compartir, Debemos ir conscientes, porque la línea es delgada y en cualquier momento podemos dar un traspié, pero la vida se hizo en parte para desear.

El deseo es el motor, el deseo es amor, vida y construcción. Recuérdalo, este fin de año haz una larga lista de deseos, muchos, miles, grandes, poderosos porque solo la gente que desea en grande tiene la capacidad de cambiar al mundo. Y ten en cuenta que solo envejecen aquellos que han dejado de desear.

Felices fiestas.


De la flexibilidad como promotor de la salud mental.

A lo largo de la historia de la psicología, ha habido una amplia discusión alrededor de los conceptos de saludo y enfermedad. Definirlos implica tomar diversos factores en consideración, entre los cuales se encuentran los cambios sociales, los avances tecnológicos y las tendencias mundiales en cuanto a educación, aprendizaje e incluso moda.

La visión gestáltica nos ofrece una oportunidad actualizada de comprender éstos términos de manera sencilla y práctica:

Entendamos que la vida está hecha de retos. Cuando la vida nos arroja a alguno, nosotros utilizamos nuestros recursos internos para salir avantes. A éste ejercicio de adaptación se le conoce como ajuste creativo.  Cabe aclarar que el ajuste es creativo, como su nombre lo indica, lo cual no implica necesariamente salud o funcionalidad. Desde ésta perspectiva hay ajustes más adaptativos que otros.

Cuando un ajuste creativo nos parece de ayuda, tenderemos a repetirlo. La repetición exhaustiva de un ajuste creativo lo convierte en una pauta de comportamiento, y a su vez, la repetición exhaustiva de una pauta la convierte en un patrón.

Los patrones son respuestas rígidas de comportamiento, que se convierten en reacciones automáticas frente a los estímulos del medio. Al ser entonces patrones rígidos y automáticos, nos privan de conciencia. Por muy funcional que haya resultado un ajuste creativo, cuando se convierte en patrón, obnubila la conciencia del individuo y por tanto resta participación alerta, capacidad de disfrute y de adaptación verdadera.

Tomemos por ejemplo el hábito de la puntualidad. La mayoría de las personas opinarían que es un hábito saludable y constructivo. En algunos países diferentes del nuestro, la puntualidad es un valor que rige a la sociedad de manera importante. Supongamos que un ciudadano suizo o inglés viene a vivir a la Ciudad de México, y pronto se topa con que aquí las clases comienzan unos minutos después de la hora, la gente llega a sus citas 15 minutos tarde (fashionably late) y que cuando alguien se retrasa culpa al tráfico o a la extensión del trayecto en lugar de disculparse. Dependiendo del grado de rigidez en su puntualidad, esta persona puede comenzar a intolerarse con sus amigos y compañeros de trabajo, lo cual convierte al sujeto extranjero de nuestro ejemplo en la parte desadaptada de ésta situación. Observemos que en la Ciudad de México dada su dimensión, cantidad de tráfico y falta de civismo, llegar siempre puntuales es un ejercicio que se antoja difícil. Amén de que los mexicanos no le damos importancia capital al tiempo. Muy aferrado en tener la razón, el extranjero atentará contra su bienestar si no está dispuesto a responder de manera flexible a la impuntualidad característica del mexicano.

Lo que te quiero decir con este ejemplo es que la rigidez en cualquiera de sus formas, se convierte rápidamente en una fuente de malestar y por ende, en grados extremos, en patológica. Debe de existir una flexibilidad suficiente que nos permita adaptarnos a la novedad constante para que hablemos de salud. Cuando nos mantenemos flexibles, podemos asimilar lo novedoso de manera funcional.

Cierto grado de estructura es necesaria para que funcione en la vida, pero la rigidez nunca será la solución. ¿Cómo encontrar la medida perfecta, entonces?

Hagamos caso de una frase que encontré hace unos años y que vive colgada de una pared en mi hora y que entiendo es un perfecto resumen de lo que expongo  en este post:

"This home is clean enough to be healthy, and dirty enough to be happy"("Este hogar es lo suficientemente limpio como para ser saludable y lo suficientemente sucio como para ser feliz").