martes, 14 de septiembre de 2010

De la autoestima

La autoestima es un concepto que se ha explorado desde hace algunas décadas. Algunos teóricos lo definen como el amor hacia uno mismo, otros hablan de componentes narcisistas, otros lo relacionan con el locus de control y con las expectativas de autoeficacia, la percepción emocional profunda que la gente tiene de sí misma, etc. Definiciones hay muchas... demasiadas diría yo. Sin embargo, parecen servir de poco, cuando la normalidad de los individuos hace su autoevaluación y concluye que sus problemas, síntomas o malestares emocionales se relacionan con una baja autoestima y no saben qué hacer al respecto.

He escuchado muchas veces en el consultorio a mis pacientes decir que tienen baja autoestima o que necesitan trabajar en su autoestima dado que se sienten tristes, deprimidos o devaluados. Si bien pocos entienden a profundidad este concepto, la generalidad lo relacionan con aspectos ligados a la personalidad y a la evaluación que hacemos de nosotros mismos.

Desde esta óptica hago a continuación una propuesta que facilite el manejo de este término. Quede claro para el lector de este breve espacio en la red, que no pretendo resumir, redefinir, teorizar, reorganizar o desechar los estudios que al rededor de este componente de la personalidad se han hecho a lo largo de años. Para estos efectos, podrían ustedes referirse por ejemplo a Virginia Satir, quien abordó el tema con cierto rigor científico/teórico. Por el contrario, la propuesta que te presento, mi estimado visitante, es un abordaje sencillo, manejable, contable, pesable y medible de este tema que ha sido (y me atrevo a sugerir que seguirá siendo por años) motivo de estudio y reflexión.

AUTOESTIMA DESDE UNA PERSPECTIVA CONCRETA

Un automóvil circula por una autopista, el conductor nota que el indicador de bajos niveles de combustible se enciende. En ese momento, el conductor sabe que le queda gasolina suficiente para cinco kilómetros más. Decide salir de la autopista en virtud de que es más probable encontrar una gasolinera en alguna población que sobre la autopista misma, de modo que sale de la carretera en la primera oportunidad, ubicada dos kilómetros después de haberse encendido el indicador.

El conductor sabe entonces que cuenta con combustible suficiente para tres kilómetros más y necesita tomar una decisión, doblar a la derecha o a la izquierda. Si dobla a la derecha y no encuentra una gasolinera en tres kilómetros, quedará varado en medio del poblado. Si por el contrario, toma el camino de la izquierda y cambia de parecer un kilómetro y medio después, sólo tendría gasolina para regresar al punto cero. ¿Qué hacer? En este caso, cualquier decisión que se tome y que sea equivocada, traería consecuencias de importancia, la principal de ellas: la imposibilidad de generar nuevas acciones de solución o cambio.

La autoestima es similar, es la cantidad de combustible que traemos en el tanque y lo que eso nos hace sentir en determinadas situaciones.

Cuando hablamos de autoestima, en realidad hablamos del rango de posibilidades que observamos frente a nosotros para poder lograr un objetivo planteado. Entre más posibilidades observamos, más capaces nos sentimos y podemos entonces afirmar que nuestra autoestima es elevada en esa área del desarrollo en particular. Sin embargo, seguramente habrá muchas otras áreas en las que no nos percibamos tan funcionales y por ende, nuestra autoestima será baja en ellas.

Por ejemplo, imaginemos a un ejecutivo exitoso. Esta persona es capaz en su trabajo, tiene dificultades diarias pero cuenta con un enorme abanico de posibilidades para poder manejar estas dificultades. Cuando los obstáculos ocurren presenta la solución uno, si esta no funciona, no importa, existe la posibilidad dos o la tres o la cuatro y hasta la cuarenta y cinco. Cuenta con muchas posibilidades frente a esta situación dada. Hablando entonces de situaciones de trabajo, su autoestima es alta.

Sin embargo, cuando este hombre se pone el saco por las noches y toma su portafolios para salir de su oficina, se siente solo y deprimido. No tiene una relación de pareja y se siente incapaz de conocer a alguien especial y retenerle a su lado. Cuando está en una situación social en donde puede conocer gente nueva y hacer vínculos que lo acerquen a su tan esperada relación, no sabe qué decir, se siente torpe, se pone rígido, pesado, antisocial. Los comentarios que hace alejan a la gente o simplemente la aburren y al final se queda solo, o platicando con los amigos de siempre acerca de las mismas cosas. No es capaz de observar posibilidades efectivas de acción en estas situaciones y por tanto se queda estático, inactivo, atado de manos. Su autoestima, en cuanto a relaciones sentimentales es muy baja.

La autoestima, desde esta óptica, es entonces variable y sujeta a manipulación. Cuando observamos un amplio marco de posibilidades frente a una situación dada, nos sentimos capaces, poderosos, tranquilos, fuertes... en cambio cuando sólo contemplamos un camino de acción, en caso de que este falle, nos quedamos atados de manos experimentando frustración y tristeza.

Cuando alguien desea incrementar su autoestima, lo único que necesita hacer es tomar una hoja de papel y comenzar a anotar diferentes posibilidades de acción frente al evento en el que se siente incapaz. Escribir todas las posibilidades que lo llevarían a un nuevo lugar, al área de novedad.  Tal vez no todas los caminos son accionables, tal vez algunos elementos de la lista están fuera de la lógica, sin embargo, el contar con ellos nos da una especie de "colchón" en caso de que otras posibilidades más funcionales fallen.

Tal vez al principio esta lista en sí no nos reporte un alivio total, pero poco a poco entrenaremos a la mente a buscar escenarios de solución novedosos, en lugar de permanecer en el espacio conocido del drama personal. Por que es en la novedad en donde se dan las soluciones y es gracias a la novedad que la autoestima crece.