viernes, 1 de octubre de 2010

De las enfermedades psicosomáticas

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el término psicosomático de la siguiente manera: "Que afecta a la psique o que implica o da lugar a una acción de la psique sobre el cuerpo o al contrario".

Desde la antigüedad, especialmente en las culturas orientales, se ha estudiado la estrecha relación que existe entre las enfermedades y las emociones. La medicina alopática, o medicina occidental se enfrenta a muchos dilemas que no es capaz de explicar: ¿por qué entre dos individuos con las mismas condiciones físicas y expuestos a las mismas circunstancias, sólo uno de ellos contrae un virus y el otro no?, ¿por qué algunos pacientes con VIH no contagiaron a sus parejas sexuales?, ¿cómo es que un tejido necrótico es capaz de regenerarse celularmente? Todas estas cuestiones son englobadas en los famosos "misterios de la medicina moderna" pero son tranquilamente resueltos a través de otras disciplinas como la acupuntura, la homeopatía y la medicina ayurveda, que contemplan al individuo como una sola unidad indisoluble y desde este paradigma tratan a la enfermedad como un desequilibrio que aqueja a todo el sistema.

En un breve resumen y a muy grandes rasgos establezcamos que desde este marco de pensamiento, un organismo que se encuentra bien alimentado, descansado y emocionalmente equilibrado NO ES susceptible de enfermar.

Todas las enfermedades tienen una correlación emocional. Si investigamos un poco, comprenderemos por qué un individuo padece del riñón derecho y no del izquierdo, o de los dientes.  Por qué se fracturó la rodilla o el brazo, o qué rasgo de la personalidad es común en todos los pacientes que acuden al consultorio del cardiólogo o al del oncólogo.  Estas relaciones han sido estudiadas y retomadas por el psicoanálisis por ejemplo, en donde la interpretación del inconsciente revela los verdaderos motivos y significados que tienen las enfermedades en la vida del paciente.

El trasfondo está en la vida del enfermo, en los aspectos importantes que la conforman y que no ha sido capaz de integrar de una manera armónica. Pero esto sólo nos explicaría (y soy consciente de que con las afirmaciones anteriores, el lector puede quedar con más dudas que respuestas) la génesis de la enfermedad, no así su evolución y mucho menos su cura.

Una concepción igualmente errónea (y por demás peligrosa) es creer que una enfermedad que se ha depositado en el cuerpo puede desvanecerse o curarse únicamente a través del pensamiento positivo o del equilibrio emocional. Por supuesto que estos son factores que coadyuvan a la recuperación del paciente, sin embargo, recordemos que la enfermedad es sistémica y afecta a la unidad en su totalidad.

Cuando observamos un órgano enfermo, observamos en realidad el resultado de un largo proceso interno, proceso que comenzó como un desequilibrio emocional y energético derivado de ciertos factores que aquejaron al individuo y que este no supo manejar adecuadamente. Al final, la evasión del problema o su persistencia en la vida del paciente lo llevan a depositarse en el cuerpo. No podemos sólo tratar al cuerpo, no podemos sólo tratar a la mente, no podemos sólo hacer meditación. Si nuestro objetivo es la cura, una cura real e integral, hay que hacer todo el trabajo de regreso, desandar el camino. Tratar el cuerpo es el primer paso, y hacer el trabajo interno que finalmente reequilibrará la energía y la psique.

Las enfermedades son sólo el síntoma de un proceso mucho más grande de descomposición, pero el cuerpo que ha enfermado necesita tratamiento. Tratamiento médico, bajo riesgo, en caso de no recibirlo, de continuar una perniciosa evolución del caso a pesar de toda la meditación y optimismo con que se enfrente.

De igual forma, la medicina alópata nos ha acostumbrado a tomar una píldora cada ocho horas durante dos semanas para que el mal desaparezca. Lo que trata en realidad es el síntoma, el órgano aquejado, no la enfermedad. Si buscamos una cura real, es necesario un tratamiento integral que nos guíe de vuelta a la salud. Las enfermedades no son cáncer, diabetes, gripe. No son rinitis, alergias, cefaleas; las enfermedades son en realidad el miedo, enojo, rencor, evasión.

Poblaciones enteras afectadas por el cáncer, poblaciones que no lo presentan o que lo presentan en un grado mínimo. Poblaciones que no son susceptibles a la senilidad en la senectud, poblaciones que no padecen alergias, o gripe. ¿Cuáles son las causas, los factores? ¿Cuestiones de raza, fenotipo, genotipo, modo de vida, educación o herencia? Dada la nimia diferencia cromosómica entre las razas humanas, la herencia queda descartada, nos inclinamos entonces al modo de vida o a la educación. Quedan muchas preguntas por responder en este sentido.

En oportunidades futuras ahondaré en los mecanismos particulares de algunas enfermedades, sus significados internos y el modo de contrarrestarlas.

Sin embargo, mi querido visitante, por ahora me quedo con las evidencias actuales, en muchas de las cuales he sido un honrado testigo de lo que muchos médicos llaman milagros, por lo que te invito: no te acostumbres a vivir con la gastritis controlada, no te acostumbres a tener migrañas de vez en cuando, no te acostumbres a tener altos niveles de colesterlol ni te creas que enfermedades como la diabetes son incurables. Tú te mereces más que eso, te mereces un cuerpo enteramente sano. Revisa, revisa qué te llevó a enfermarlo y atiende tanto el cuerpo como las razones que te dejaron en ese estado. Se valiente y emprende ese camino a tu interior mientras cuidas amorosamente de la máquina maravillosa que te ha permitido experimentar la vida y el mundo: tu cuerpo.