miércoles, 30 de mayo de 2012

De la reparación

Había estado pensando mucho en su padre últimamente, se acordaba de él más de lo acostumbrado justo ahora que se acababa de separar de su marido. No era coincidencia. Ella vio en su marido a un padre sustituto, habían construido una relación padre-hija con todas las de la ley. El era la autoridad, tenía la última palabra al decidir sobre todos los asuntos y ella hasta le pedía permiso para hacer su vida académica y social. El era el proveedor económico. Silvia desde que estaba con él, había perdido su capacidad de generar dinero y ser atuosuficiente. Silvia pedía ser rescatada con su apariencia de niña frágil, con locuacidad encantadora. Carlos, el marido era formal, estructurado, protector. Pero a la hora de los conflictos y desacuerdos, era tan locuaz y frágil como Silvia.


La relación había logrado sobrevivir milagrosamente durante muchos años, pero cada que Silvia intentaba crecer y decidir sola, moverse más allá de lo que él permitía, estallaba la guerra. También cuando él no era ese padre confiable con el que ella contaba. Ninguno podía moverse del pequeño territorio (cárcel para los dos) que se habían armado con el paso del tiempo.


Silvia ya no quiere ser niña frágil, ni hija, ni pedir permiso, ni estar asustada de la ira de Carlos. Y a veces todavía quiere, porque se siente sola y vulnerable ahora que ha decidido salir adelante por ella misma. El no entiende que ella quiera crecer. Ve en su partida una traición y le cuesta mucho trabajo entender que el amor en medio de los gritos y amenzas ha terminado por convertir la relación en un vínculo hostil, repleto de miedos, rencores y cuentas por cobrar.


Las relaciones simbióticas, en las que uno necesita del otro para sobrevivir, incapacitan para la autonomía en cualquiera de sus modalidades. Están basadas en la vigilancia, en la rigidez de roles de ayudado-ayudador y cuando alguien intenta salir de ahí, el costo es altísimo. La sensación de quedarse sin una parte del sí mismo es mucho más intensa que en cualquier otra ruptura de otro tipo de relación amorosa.


Silvia tiene muchas ganas de encontrar su identidad, de saber quién es, para qué es bena, de trazar un plan de vida y de ser una persona completa sin necesidad de tener a Carlos a su lado. Le está doliendo hasta el alma este intento de autonomía. Todos los días se pregunta si haber dejado a Carlos ha sido una buena decisión o no. A pesar de sus dudas y de la tristeza por la pérdida, comienza a sentir cada parte de su cuerpo como suya, empieza a sentir lo que siente y a pensar lo que piensa sin miedo a la descalificación. Parece un segundo nacimiento a sus 34 años. 














2 comentarios:

  1. que coraje y que emoción renacer,conocernos. Saludos Faritd (la fan 1)

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  2. Me encanto tu blog, una lectura ad hoc, en un momento importante de mi vida. Graciasl.

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