lunes, 15 de julio de 2013

De la inmovilidad.

Muchas personas se quejan de no perder el camino o el rumbo.

Creo que de todos los momentos en los que he escuchado procesos ansiosos, los peores son cuando la gente dice. no sé qué hacer.

En alguna ocasión escuchaba a una mujer (una de esas personas que siempre apuestan a lo seguro, un buen empleo, un sueldo quincenal, prestaciones, vacaciones una vez al año, una vida estructurada) decir: si se me apareciera el genio de la lámpara, no sabría qué pedir.

Entonces el problema no es un exceso de trabajo, el problema no es ni siquiera una actividad que detestemos, el problema no es que no soporto a mi pareja. El problema es que no tengo un sentido, me la he pasado enteramente dedicado a cosas que consumen mi tiempo, pensando en beneficios secundarios, como la promesa de un retiro digno, la promesa de un camastro sobre la blanca arena frente al mar una vez cada año, la promesa de una vida tranquila. La promesa ha ocupado tanto tiempo la mente, el cuerpo, incluso el espíritu, que ya no hay más resto para pensar en lo verdaderamente importante.

Hace tiempo pensaba que es un sinsentido invertir cinco minutos de mi tiempo a una actividad que no disfrute. Sin embargo, cuando hago esta elección conscientemente, puedo sacar provecho, seguir en satisfacción. El problema es que la mayoría de las personas pierden la oportunidad de reflexionar sobre lo que hacen y así darles sentido.

Entonces siempre podemos contar con la valiosa cooperación de "la vida", "el destino", "el karma", "Dios" o como usted lo quiera llamar. Una fuerza irrefrenable nos sacará de nuestro estado de sopor, tarde o temprano, dándonos la oportunidad de reflexionar sobre lo que es verdaderamente importante. Así se pierde el empleo, sorpresivamente, el jefe nuevo no tiene una buena relación con usted, así después de treinta años de servicio se le liquida, simplemente, así se muere su pareja, sus hijos le abandonan, así sobreviene una enfermedad importante que le implica semanas de reposo. Así la vida lo detiene, y lo pone a pensar, a sentir, a ser.

Entonces sobreviene las preguntas largamente pospuestas: ¿qué hago?, ¿qué me gusta?, ¿quién soy?, ¿qué quiero? Algunos consideran estos momentos como una crisis. Lo son si se observa que se ha perdido la estabilidad cotidiana, conocida. Pero en realidad estamos frente a la oportunidad de colocar las velas en el sentido adecuado por una vez.

Cuando usted no sepa qué hacer con su vida, cuando las cosas pierdan sentido, cuando usted (si la ocasión se presenta) observa que lo que ha venido haciendo carece de verdadera importancia en su corazón. Cuando la vida no le permita seguir en su ritual de distracción diaria, usted se va a detener con una punzante sensación de angustia.

Úsela, haga algo, si no sabe qué, haga lo que sea, lo primero que le venga a la cabeza. Escriba, lea, tome café, hable con alguien, busque otro empleo u ocupación, encárguese del jardín, vaya a la clase de inglés. Haga algo, no se detenga por mucho tiempo, corre peligro de depresión. Pero lo que haga, hágalo consciente. Ya sea algo que disfrute o no, sea consciente de que eso que hace no lo llena mas que en horas, minutos y segundos, sea consciente de que está invirtiendo el tiempo en encontrar lo que realmente quiere. Muévase, salga de casa, no se encierre ni se aísle. Salga al mundo, a tomar el aire, el fresco, a ver a la gente pasar. Ocúpese.

Y entonces, en algún momento algo cobrará sentido dentro de usted. Casi sin notarlo, sin darse cuenta, intuirá, percibirá, sabrá qué es lo indicado para usted, qué es lo que le agrada, qué le satisface, donde estará su realización. Entonces llegó´el momento de ser valientes y tomar ese sueño como la última esperanza que la  vida le ofrece.

Agárrese fuerte de ese sueño, de esa idea, confíe en que, mientras sea suyo de manera auténtica, le llevará a condiciones de éxito, tal vez un éxito diferente del que usted conoce o cree desear, pero éxito al fin. El éxito de la gente feliz y plena.








jueves, 28 de junio de 2012

De la novedad

Como dice Joaquín Sabina, si consideras que el riesgo es peligroso, intenta la rutina, esa con toda seguridad te acaba.

Entendamos una cosa segura, la rutina es infaliblemente devastadora. La rutina es uno de los principales males de la humanidad, junto al hambre, la pobreza o la guerra. La rutina acaba con sueños, con metas, con vidas enteras, la rutina toma y devasta territorios enteros, deja los corazones vacíos y yermos. La rutina arruina matrimonios, carreras, desvía las acciones, desorienta a los viajeros y los hace llegar a destinos que nunca se imaginaron. La rutina, como la hipertensión, es el asesino silencioso, se instala, llega sin avisar, es casi imposible erradicarla porque es casi imposible identificarla. La rutina permanece paciente, día tras día, hora tras hora, minuto a minuto hasta que encuentra esa ventana, ese descuido y se cuela hasta el fondo, hasta el alma. Una vez ahí, la rutina devorará rapaz todo lo que encuentre, exprimirá hasta el último suspiro, hasta el último sueño, dejará ojos vacíos, vidas sin sentido e instalará al una vez despierto, ahora soñante en un aura de comodidad gris donde le abandonará a su suerte. La rutina mata, mata gente, mata gente joven, vieja, hombres y mujeres.

Sólo los niños son inmunes a ella. Los niños cuentan con una alarma que se va perdiendo con el tiempo: el aburrimiento. Los niños rara vez caen en él, ellos siempre saben lo que quieren, cuando tu eras niño siempre, invariablemente sabías lo que querías, no desvariabas, no dudabas, simplemente operabas bajo una directriz: tu satisfacción. Tal vez lo que buscabas no era operable, pero tu sabías que lo querías. Cuando no encontrabas satisfacción por un periodo considerable, te aburrías. El aburrimiento te impelía a la acción, al cambio, al movimiento. Poco a poco te fuiste acostumbrando a esa sensación hasta que se volvió un modus vivendi.


No te engañes, hay mucha gente muerta caminando entre nosotros, gente enrutinada, gente que busca más dinero, más reconocimiento, más poder, más algo... gente que nunca va a estar satisfecha con lo que tiene y que por ende nunca lo estará sin importar lo que acumule. Y entonces nos encontramos con aburrimientos crónicos, gente de 30, 40 ó 50 años que llevan muertos 15. 20, 30 años.

La psicoterapia gestáltica promueve la novedad como muestra de salud mental. De tal modo que un paciente gestáltico será alentado a probar nuevos modos de relación con le mundo, nuevas metodologías de vida, nuevos paradigmas de comportamiento y de sentimiento.

Como dijera Odín Dupeyrón: si no te daña o te pone en riesgo, tienes la OBLIGACIÓN de probarlo todo al menos una vez en la vida.

Prueba de TODO. Deja de buscar los mismos métodos de diversión, los mismos lugares, las mismas personas. Si no te pone en riesgo o te daña, prueba. Habrá mil cosas que no te gusten pero ya las habrás vivido. Mente abierta a la experiencia y novedad como norma.

Las personas que viven buscando la novedad, viven, no transcurren, despiertan del letargo en que la rutina los tenía y se alejan del hechizo de la comodidad que mata, que vacía, que seca.

La novedad te mantendrá vivo, con las células contentas, con una sonrisa en el rostro, con sangre corriendo por tus venas. La novedad es el antídoto a la muerte, a la sequía, a la vejez.

La novedad como guía. Inventa, innova, vive...

miércoles, 30 de mayo de 2012

De la reparación

Había estado pensando mucho en su padre últimamente, se acordaba de él más de lo acostumbrado justo ahora que se acababa de separar de su marido. No era coincidencia. Ella vio en su marido a un padre sustituto, habían construido una relación padre-hija con todas las de la ley. El era la autoridad, tenía la última palabra al decidir sobre todos los asuntos y ella hasta le pedía permiso para hacer su vida académica y social. El era el proveedor económico. Silvia desde que estaba con él, había perdido su capacidad de generar dinero y ser atuosuficiente. Silvia pedía ser rescatada con su apariencia de niña frágil, con locuacidad encantadora. Carlos, el marido era formal, estructurado, protector. Pero a la hora de los conflictos y desacuerdos, era tan locuaz y frágil como Silvia.


La relación había logrado sobrevivir milagrosamente durante muchos años, pero cada que Silvia intentaba crecer y decidir sola, moverse más allá de lo que él permitía, estallaba la guerra. También cuando él no era ese padre confiable con el que ella contaba. Ninguno podía moverse del pequeño territorio (cárcel para los dos) que se habían armado con el paso del tiempo.


Silvia ya no quiere ser niña frágil, ni hija, ni pedir permiso, ni estar asustada de la ira de Carlos. Y a veces todavía quiere, porque se siente sola y vulnerable ahora que ha decidido salir adelante por ella misma. El no entiende que ella quiera crecer. Ve en su partida una traición y le cuesta mucho trabajo entender que el amor en medio de los gritos y amenzas ha terminado por convertir la relación en un vínculo hostil, repleto de miedos, rencores y cuentas por cobrar.


Las relaciones simbióticas, en las que uno necesita del otro para sobrevivir, incapacitan para la autonomía en cualquiera de sus modalidades. Están basadas en la vigilancia, en la rigidez de roles de ayudado-ayudador y cuando alguien intenta salir de ahí, el costo es altísimo. La sensación de quedarse sin una parte del sí mismo es mucho más intensa que en cualquier otra ruptura de otro tipo de relación amorosa.


Silvia tiene muchas ganas de encontrar su identidad, de saber quién es, para qué es bena, de trazar un plan de vida y de ser una persona completa sin necesidad de tener a Carlos a su lado. Le está doliendo hasta el alma este intento de autonomía. Todos los días se pregunta si haber dejado a Carlos ha sido una buena decisión o no. A pesar de sus dudas y de la tristeza por la pérdida, comienza a sentir cada parte de su cuerpo como suya, empieza a sentir lo que siente y a pensar lo que piensa sin miedo a la descalificación. Parece un segundo nacimiento a sus 34 años. 














jueves, 24 de mayo de 2012

De las motivaciones y los comportamientos.

Con frecuencia las personas son capaces de identificar con claridad los comportamientos que consideran disfuncionales. Dicen: "no debería enojarme por esto", "no logro ponerme las pilas en esta situación", "no puedo mantener la dieta", "cuando ocurren estas circunstancias no se que hacer".

La mayor parte de las veces, el individuo trata de incidir en su comportamiento generando una conducta nueva, una conducta que considera funcional. De esta manera casi todos buscan "ahora si" levantarse temprano diariamente, "ahora si" armarse de valor para hablar con el jefe, "ahora si" dejar esa relación que tanto les contamina o sus propias adicciones, etc. Una vez iniciado el nuevo comportamiento, el individuo se topa con la dificultad de mantenerlo, casi siempre olvida la nueva conducta y regresa a la disfuncionalidad de origen, cada vez más decepcionado, cada vez más escéptico, contemplando la posibilidad de cambio como algo lejano y difícil,

La primera invitación que te hago es a que observes tus comportamientos como una resultante, no como una causa. Creemos que los comportamientos son la causa de nuestros males, sin embargo, todos los comportamientos tienen una motivación, esa motivación es la causa real de nuestros males. 

¿A qué me refiero cuando te hablo de "una motivación"? Quiero que te imagines a un hombre, si hiciéramos una encuesta la mayoría de los encuestados opinarían que es un hombre físicamente poco atractivo, más bien feo. Sin embargo, este hombre se siente muy seguro de sí mismo, tiene aplomo, tiene carisma y sabe explotarlo, de tal modo que es agradable para casi todas las personas que conoce, es el alma de las fiestas y muchas son las mujeres que quieren entablar una relación con él. Ahora quiero que te imagines a un segundo hombre, un hombre que en la misma encuesta sería calificado por la mayoría como un hombre guapo, sin embargo, este hombre se siente torpe e inseguro, de tal modo que si va a la misma fiesta permanece escondido en un rincón sin hablar con nadie. Desde su torpeza es hosco en el trato, desde su inseguridad logra aburrir y repeler a la gente que se le acerca.

En ambos casos te estoy planteando comportamientos que tienen su raíz en un conjunto de creencias muy definidas. El primero se cree capaz socialmente, el segundo no y sus comportamientos están diseñados para sustentar el sistema de creencias del cual nacieron.

Todos los comportamientos que tu generas tienen su raíz en un conjunto de creencias específico. Si tus comportamientos no te están llevando a los resultados que buscas, por más modificaciones conductuales que hagas llegarás inevitablemente al mismo resultado, dado que la raíz de tus comportamientos permanece inalterada. Si quieres obtener resultados distintos, la pregunta "¿qué hago diferente?" resulta poco productiva, no es en el hacer en donde se encuentra la disfunción, es en el sistema de creencias que lo soporta y es ahí a donde debes de dirigir toda tu atención. 

Las preguntas poderosas y que requieren pronta atención y respuesta tienen que ver con: ¿qué creencias me llevan a estos comportamientos? ¿desde cuándo vengo generando este comportamiento, qué ocurrió en ese momento de mi vida? ¿quién en mi vida se comportaba de la misma manera? ¿por qué razón o razones estoy identificado(a) con esa persona de mi vida en estos comportamientos?

Necesitamos entender que las creencias son experiencias emocionales, en la búsqueda por alterar un comportamiento vamos topando con ellas y confrontándolas para transformarlas. Las creencias que han logrado generar comportamientos dolorosos, agresivos o que nos alejan de nuestro bienestar, están cargadas de significados emocionales dolorosos y de miedo. Es importante que estés consciente de que en la búsqueda de comportamientos eficaces, necesariamente te confrontarás contigo mismo(a) en tu dolor y tu miedo. Sé valiente. Te lo mereces. Sé valiente y revísate, sé valiente y encuentra tu parte obscura, sé valiente y reedita tu historia y tu vida.

martes, 10 de enero de 2012

De la evaluación de la vida.

Hace varias décadas, los científicos sociales, particularmente los antropólogos culturales y los psicólogos sociales concluyeron que no podemos tener un conocimiento directo del mundo y que todo lo que sabemos lo sabemos mediante las experiencias vividas. Cada uno, organizamos nuestra experiencia de vivir a través de relatos, explicaciones, hipótesis. Estos procesos de relatar, contar nuestra experiencia de una forma determinada es lo que terminará dando un significado u otro a la experiencia vivida. Podemos contar una y mil veces la historia de nuestra vida y probablemente cada relato será distinto del anterior. Es imposible recordar cada uno de los eventos que hemos vivido. Dejamos fuera del relato muchísimas experiencias. Incluir la mayor cantidad de experiencias posibles nos permite contar historias más complejas e interesantes sobre nosotros mismos. Esto es en parte lo que se hace en una conversación terapéutica. (Gregory Bateson, Jerome Bruner, Michael White, Kenneth Gergen y Goffman entre otros han escrito ampliamente al respecto). También puede hacerse a través de la escritura de una autobiografía o como lo llama David Brooks, reportes de vida.
Brooks es editorialista del New York Times desde el 2003. En octubre pasado, hizo un experimento muy interesante, pidiendo a sus lectores mayores de 70 años que escribieran un reporte sobre su vida, haciendo una evaluación de cómo la habían vivido. El formato era libre, podrían dividir el reporte en etapas, pero lo importante era evaluar sus vidas (vale mucho la pena leer los reportes publicados. Se pueden consultar en The New York times/Opinion pages/ David Brooks).
Podría resultar interesante para las generaciones más jóvenes y creo que sobre todo de gran utilidad, leer relatos de gente mayor que lleva la delantera en experiencia de vida, que tiene una perspectiva que sólo el tiempo da.
Brooks recibió cientos de reportes. En síntesis, hay algunos patrones que llaman la atención. Algunos, generaron relatos sin pausas, como si toda la vida fuera un continuo sin parar que merecía en lo general una sola calificación. Estos reportes eran dominantemente pesimistas. Algunos se describieron a sí mismos como perdedores, cobardes, poco flexibles, inestables, solitarios, destructivos en sus relaciones amorosas. En contraste con otros relatos que estaban divididos en etapas, en áreas diferentes de la vida y que por estar escritos con esta estructura, permitían una valoración diferenciada de las experiencias. Algunos describían las decisiones cruciales que marcaron el rumbo de sus vidas. Muchos hombres y mujeres que en sus cincuentas y sesentas se describían como bastante contentos y satisfechos, se lamentaban específicamente de su alcoholismo u otras adicciones de los treintas, de su mala y prematura elección de pareja en los veintes, de no haber tenido hijos, de haberse casado demasiadas veces, de su poco amor por el estudio o pereza crónica en etapas depresivas en los cuarentas.
La excesiva introspección en estos reportes resultó en algunos casos contraproducente. Algunas personas se mostraron expertas en autoevaluarse, autocriticarse, lamentarse por los errores, regresar una y otra vez a los lugares dolorosos tratando de entender lo que pasó y logrando solamente conservar casi intactas las emociones y los recuerdos negativos. Tan dañino es vivir la vida en automático como vivirla así, en la rumiación permanente del pasado. Muchos concluyeron algo que sabemos pero que quizá todavía no terminamos de entender: es imposible cambiar a los otros. A algunos les tomó 25 años entender que su esposa era como era, que su hijo era como era, que sus amigos, jefes, eran como eran. Haber aceptado más las diferencias individuales les hubiera ahorrado a algunos muchos pleitos y frustraciones a lo largo de su vida.
Cliché generalizado en los relatos: la mayoría se arrepentía de todo lo que no había hecho, de los riesgos que no había corrido. Algunos lamentaban no haber vivido en otro país, los más aguerridos habían cambiado de carrera profesional, de trabajo, de país en varias ocasiones y se sentían satisfechos de haberse arriesgado. Más que el talento, los relatos de la gente más satisfecha daban cuenta de crecimiento paulatino. De haber ido construyendo avances y progresos poco a poco. Más que al talento, muchos atribuían sus logros a la perseverancia.
Los rebeldes, antisociales, anticonvencionales, inconformes, dedicados a ser distintos y a no someterse a ningún tipo de norma o expectativa cultural, escribieron relatos bastante tristes, lamentándose de no haber entendido que trabajar institucionalmente no es sinónimo de alienación. En general, la gente que mando sus reportes a Brooks sentía que había aprendido lecciones que los hacían mejores en el arte de vivir, incluyendo ser mucho más asertivos para decidir con quien estar y con quien no, aunque esto pudiera generar un dolor temporal a otros. Vale la pena leer los reportes de estos mayores de 70 años. Aunque dicen que nadie experimenta en cabeza ajena, a veces leer sobre los aciertos y errores de otras vidas puede ser una lección que sirva para la propia sin tener que esperar a que llegue la vejez.
Si tuviéramos que escribir un reporte de vida ¿qué estructura usaríamos? ¿Capítulos? ¿Texto ininterrumpido? ¿Destacaríamos los logros o los fracasos? Nuestra forma de contar la vida, es nuestra vida. El relato le da significado a lo que vivimos y no al revés. Hacernos más conscientes de cómo contamos nuestra vida nos puede ayudar a recontarla en formas más compasivas y útiles.

viernes, 2 de septiembre de 2011

De los pequeños pasos

Es fácil volverse impaciente en la búsqueda por perder el miedo. Lees los libros y las revistas, te sientes fuerte, motivado y listo para la acción y entonces despiertas a la mañana siguiente y las cosas siguen casi igual. Cuando te pones impaciente y quieres agitar las cosas, comienzas a pensar en hacer algo grande. Las cosas GRANDES son deliberadas, son acciones de seguridad de nuestra autonomía que cambian nuestra vida diaria: renunciar a tu trabajo, mudarte de país, volver a la universidad, ese tipo de cosas. Tal vez tienes amigos que están haciendo cosas grandes o viste una película o leíste una historia de alguien que pudo con su miedo e hizo algo que consideras grande y le salió bien.

A los humanos nos gustan las cosas grandes porque son vistosas y pueden ser post-puestas indefinidamente.   Pero lo vistoso puede ser una simple ilusión: todo mundo reconoce a una persona atractiva que es poco amable con los demás, o alguien que es compartido con sus bienes pero que vive endeudado por su mala administración. Esto es algo similar, es una narrativa seductora pero incompleta.

Los maestros normalmente hablan de pasos de bebé, pequeños pasos, cosas pequeñas, victorias pequeñas. Este tipo de acciones no son tan sexys como la idea de un hombre o una mujer fuertes que le dicen a su jefe que se quede con su trabajo y optan por un cambio radical de vida. Pero son cosas importantes, no se llaman pasos de bebé sólo porque los bebés los hacen, sino porque los bebés los necesitan para aprender a caminar. Tu debes de construir gradualmente un nivel satisfactorio y sano de valor y conciencia. Si pudieras hacerlo de la noche a la mañana, todo mundo lo haría.

Nunca desalentaría una decisión importante de cambio de vida en ninguna persona, eso sería tiránico. Pero debes desarrollar un conocimiento de la verdad que sobrepasa el romance y el calor de las situaciones, ver un poco más allá y entonces poder decir: si, esto es lo que necesito, lo que me hace bien por estas razones y voy a poder manejarlo porque me he ido trabajando en ese mismo sentido. Los problemas y las resistencias en el centro de tu ser te seguirán a cualquier trabajo o ciudad. No importa cuántos amigos o cuánto dinero termines por hacer, vas a tener que vivir contigo tu vida entera. Y tú sabes mejor que cualquiera que puedes ser brutal contigo.

"Seguir tus sueños" y "hacer lo que amas" está muy bien, pero también necesitas respetarte a ti mismo lo suficiente como para: 1) Filtrar la narrativa con que te alimentas sin importar su fuente; 2) Hacer un intento honesto por conocerte, aceptarte y vivir contigo mismo. Tú te mereces lo mejor, ¿no es así? La vida es engañosa porque siendo corta y frágil debes presionar hasta el límite pero también manejarte con cuidado. Sin embargo es posible, muchos lo están haciendo, ¿estás a la altura del reto de mezclar lo drástico y lo diligente, el estilo y la substancia, la sinfonía con el silencio?


miércoles, 20 de julio de 2011

De las expectativas.

He escuchado muchas veces un pensamiento maravilloso que dice así: "vive la vida sin expectativas, es el único camino para evitar la decepción". En efecto, la única manera en la que evito decepcionarme es cuando no espero absolutamente nada.

Si llego al evento sin expectativa alguna, entonces puedo vivenciar el evento en su totalidad, puedo vivirlo completamente, entregarme a él, disfrutarlo o sufrirlo según sea el caso y vivir experiencias completas. Es verdad. Todo lo que surja de una relación sin expectativas puede de facto sorprenderme y completarme y me aleja irremediablemente de la sensación de decepción.

Sin embargo, esta idea parece extremadamente romántica. ¿Cómo puedo vivir sin expectativas en este mundo que hemos construido? Tal vez si me mudo a la India o al Tibet, tal vez si ingreso a un templo budista y exploro las profundidades del "OM" puedo entonces deshacerme de mis expectativas y comenzar a vivir completo. No obstante, el hecho de acudir al templo budista en el Tibet implica una expectativa per se.

Tengo expectativas cuando me levanto por la mañana: espero que el calentador funcione, espero que el refrigerador refrigere, espero que mi pareja esté a mi lado. Voy a trabajar con expectativas, espero que mis clientes acudan a sus citas, espero que mis empleados lleguen a tiempo, espero que el edificio en el que se haya mi oficina no haya sido derrumbado o haya volado en mil pedazos por un ataque terrorista. Cuando voy al cine espero divertirme, entretenerme, llorar o reflexionar según sea el caso. Así cuando voy a la playa de vacaciones, cuando me voy a casar, cuando compro una casa o un automóvil. Cuando estudio una profesión y cuando hago una cita para hablar con un amigo. En todo momento tengo expectativas y buscar vivir sin ellas es casi un sin sentido, es prácticamente imposible.

La vida sin expectativas nos lleva a un estado de no-movimiento. Cuando este estado es natural, verdaderamente natural, se llama trance meditativo. Cuando este estado en no natural, se llama depresión. La gente que ha perdido la esperanza, ha perdido la expectativa, ha perdido los sueños y la ilusión se ha deprimido profundamente, cuando no está en un estado de trance inducido por la meditación profunda, en cuyo caso, la sensación de no-expectativa es momentáneo, poco duradero y verdaderamente constructivo.

Entonces ¿qué hacer con mis expectativas en mi vida diaria?

Entendamos entonces que gracias a que tengo expectativas me muevo en el mundo. Es decir, escribo esto porque espero que alguien lo lea, si no, no tiene ningún caso escribirlo. Trabajo porque espero que eso me rinda frutos en alguna medida. El mundo funciona con base en expectativas. Sin embargo, puede ocurrir que la expectativa se vuelva demasiado rígida, o en otros casos inalcanzable.

Si llego a un evento, tengo una expectativa de que pase algo, sin embargo, la vida puede contradecir mi expectativa. Si soy lo suficientemente flexible, entonces puedo deshacerme en ese momento de mi expectativa y vivir lo que la realidad me está planteando, en cuyo caso únicamente generaré una nueva expectativa.

Por ejemplo, supongamos que en mi trabajo otros compañeros de mi mismo nivel ganan más que yo, por lo que he decidido hacer una cita con mi jefe para hablar de mi aumento. Como espero convencerlo y ganar más dinero después de esa cita, produzco una linda presentación para mostrarle a mi jefe mis logros en la empresa y justificar mi aumento. Por fin el día de la cita llega, mi jefe me recibe, le hago mi petición, la sustento con mi presentación y espero su opinión. Entonces mi jefe me dice, no, no te vamos a dar un aumento pero permíteme diseñar un esquema de soluciones para tu sueldo, tal vez pensar en un ascenso. En ese momento he generado todo un nuevo paquete de expectativas que tienen que ver con un ascenso, no ya con un aumento. Si mi expectativa es muy rígida me genera decepción, y me aleja de la posibilidad de vivir la nueva realidad que me plantean, en cuyo caso, en el ejemplo que te brindo, me pelearía con mi jefe por más dinero o me sentiría decepcionado por el resultado de la cita.

Tal vez te planteo un ejemplo muy radical pero aplicado a otras áreas de la vida ocurre lo mismo. He escuchado gente esperando que su cónyuge sea diferente después de veinte años de matrimonio en los que ha exhibido la misma conducta de manera consistente. He escuchado gente que espera el reconocimiento de sus padres cuando toda la vida le han demostrado rechazo. He conocido gente que se aferra con todas sus fuerzas a un sueño que la vida le muestra inalcanzable, perdiéndose de la inmensa posibilidad de todo lo que le rodea.

El secreto es adaptar tus expectativas a la realidad dinámica y cambiante que tienes enfrente. No se si vivir con expectativas sea bueno o malo, lo que si se es que es prácticamente imposible deshacerte de ellas, el asunto es no permitirles que te roben la experiencia. Reconoce tus expectativas y reajústalas rápidamente cuando la vida te obstaculice el camino. Vive una vida de expectativa flexible y si puedes acude a meditación a aprender a liberarte de ellas verdaderamente.